¿Cómo contar como ha ido un viaje de trece horas a otro continente sin que se te olvide nada?
Se me escaparán detalles, pero intentaré resumir como fue.
En el metro, con mi familia, me encontré con Antonio, que también viajaba a Estados Unidos, y fuimos juntos hasta el aeropuerto. Me despedí de mi familia y estuve esperando junto a el resto de pasajeros para entrar en el avión.
Era de estos que tienen tres filas, y me tocó en el asiento central de la fila del medio, por suerte un chico me ofreció a cambiarme su asiento (¡pasillo!) por el mío para estar con su amigo. Más bien creo que eran pareja, estaban demasiado... Cómplices. Y el hombre que estaba a mi lado estuvo mucho tiempo hablando conmigo, y en una de las conversaciones me dijo que era médico, pediatra más concretamente (dato que luego fue importante).
Bueno, el viaje era largo, pero leí, vi pelis y lloré con las cartas que llevaba para leer. Empecé a echaros de menos antes de irme del todo. Me gustaría hablar más sobre lo que me escribisteis, pero en parte fue tan íntimo lo que cada una me hizo sentir que me lo guardo para mí, os chincháis.
Aterrizando en Nueva York, un niño que iba dos filas por detrás se atragantó con algo y no podía respirar. Se formó un follón tremendo, la madre gritando, la gente alborotada, los azafatos (sí, eran dos azafatos y super majos, para variar me hablaban en inglés hasta que les dije que era española) corriendo con la familia. Follón que yo aumenté gritando que mi compañero era médico, y él se levanto diciendo el mitiquísimo "¡Dejadme pasar, soy médico!"
Wellcome to the USA.
El niño estaba bien, sólo se tragó la moneda y lloró con el susto de su vida.
Al llegar, nos tuvieron esperando en una fila antes de hacernos el control de seguridad. Yo y un danes tuvimos que rellenar un formulario extraño. En la fila me puse a hablar con otro chico que me dijo que si no era terrorista no tenía que estar nerviosa. En un momento le dije a él y a los amigos o pareja que había conocido en el vuelo: "¿Podéis creeroslo? ¡Estamos en Nueva york!" Por algún motivo, les hizo mucha gracia.
Luego me tocó andar hasta el fin del mundo, preguntando cada dos por tres dónde estaba la puerta 28 para el vuelo a Minnesota. En serio, el aeropuerto de Nueva York es GIGANTE. Anduve cerca de un cuarto de hora, y eso que estaba en la misma terminal. Mientras esperaba el vuelo, me puse a hablar con Tom, el típico hombre de sesenta años que te imaginas encima de una Harley. Él me repetía lo que decían las grabaciones porque se escuchaba fatal y no entendía nada.
Este vuelo duró unas tres horas. Tardó una eternidad el avión en despegar, y esta vez ningún niño se axfisió cuando bajamos. Al llegar, mi móvil no funcionaba, y mi maleta no estaba en la cinta con las demás. Llamé a Claudia (la profesora) desde una cabina y dijo que ella estaba llegando y que me encontraría. Y así fue. :) Luego, preguntando, dimos con mi maleta que había decidido ir a otra cinta en vez de a la de mi avión.
El novio de Claudia nos recogió y nos llevó a su casa. Es una casa que se puede llevar de un sitio a otro, pero era bastante grande. Ellos habían quedado y me dejaron allí, básicamente, me conecté un rato, me duché y dormí casi 12 horas.
Al despertar sólo pude pensar: ¡ESTOY EN USA!